Nefertiti escuche.

Muso.

Le olvido.
Le repudio.
Le detesto.
Le embadurno con el barro, lo barro
y sin embargo, necesito del hálito de cada uno de sus versos
como un sol dentro de una caja.

Quisiera poder erradicar esta larva.
quisiera, pero...la necesito;
ella se ha cruzado en el camino de entre  mis órganos.

Luego, le detesto, le repudio,
me aburro de sus recuerdos en mi mente
y empiezo trémulo ese otro yo, el yo poeta,
el yo impresentable,
la cíclica payasa con la necesidad urgente de su nicotina verbal

y busco otras diversiones
entre el infierno y las paradas de taxi.

donde hay silencios, horas, días.

Muso.

Vuelvo a leer su poesía
y siento como la heroína
va fluyendo entre las uñas, los colmillos,
el blanco conjuntivo, el vértice del seno, los labios vaginales,
el vello, la grieta, la arruga.
Voy llenándome toda plena
en orgásmica elegía

hasta la próxima dosis.

Y crea, que muy a pesar,
esto va a seguir hasta el día 
de la muerte.

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