La borrachera de Bangkok
I
Capataz de cortes de tubérculo
a rodajas, y en intercambio literal
ambos aprender el aeromodelismo
del aquí no hay uno más que otro,
y con delicado anuncio, arrimar las vocales a su costillar
como un tejido que se alimenta de sus botones.
II
Y existe un ficus que se enraíza
entre nosotros, aisladas islas verdes,
en meseta de balcón emparedado
con flores de cajetillas
y ayeres tan de extrarradio
que para acercarse es mejor tomar precauciones.
Linda daga poética que ríe Tormes
y que llora el agua envasada en cada una de las piernas,
en codos flexionados sin prefijo, el mentol de los momentos
tan dulces como todos los helados de esta nevera
dentro de tiendas de campaña.
III
Y un día se abalanzó sobre mi esbozo
un camión con ruedas melocotones
ajena a las leyes del urbanismo y a los cambios de gobierno.
Bajo su metal estómago
me nacieron dos alas de mosquito
con la condición de las mariposas
y se abrió el alma
(esa que dudan los científicos de su existencia)
apolillada a la que le crecieron virutas
salivando el tiempo
con tu nombre, en crecientes lunas
de sus manos acariciando la superficie
de las baldosas rotas
de este baño con piezas prefabricadas en Taiwan.
Con el alma expuesta
como una delincuente en captura,
sin medir las consecuencias, ya que es más agradable el viento
de cara
cuando circulamos a 200 km/h.
IV
Y expuesta la desnudez amante
entre los carriles de la autopista
van pasando con el vértigo
los veraneantes en sus autos
que miran algunos ojos curiosos
como fornicamos entre las azaleas
de esta carretera de raíl
con la sangre de los motoristas suicidas.
Entrego cada carta a ti
en verdura y falsedad
en lilas y turquesas
en trufa y hongo
con fanzines y posavasos
entre los coleteros ocultos
la existencia todavía de los rediles del reclutamiento
de fichas en tableros en la piel,
de tus ojos atropellando mis ojos
cuando
hacemos el amor.
Es tan sencillo morir.
Como las amapolas
en un jarrón.
Capataz de cortes de tubérculo
a rodajas, y en intercambio literal
ambos aprender el aeromodelismo
del aquí no hay uno más que otro,
y con delicado anuncio, arrimar las vocales a su costillar
como un tejido que se alimenta de sus botones.
II
Y existe un ficus que se enraíza
entre nosotros, aisladas islas verdes,
en meseta de balcón emparedado
con flores de cajetillas
y ayeres tan de extrarradio
que para acercarse es mejor tomar precauciones.
Linda daga poética que ríe Tormes
y que llora el agua envasada en cada una de las piernas,
en codos flexionados sin prefijo, el mentol de los momentos
tan dulces como todos los helados de esta nevera
dentro de tiendas de campaña.
III
Y un día se abalanzó sobre mi esbozo
un camión con ruedas melocotones
ajena a las leyes del urbanismo y a los cambios de gobierno.
Bajo su metal estómago
me nacieron dos alas de mosquito
con la condición de las mariposas
y se abrió el alma
(esa que dudan los científicos de su existencia)
apolillada a la que le crecieron virutas
salivando el tiempo
con tu nombre, en crecientes lunas
de sus manos acariciando la superficie
de las baldosas rotas
de este baño con piezas prefabricadas en Taiwan.
Con el alma expuesta
como una delincuente en captura,
sin medir las consecuencias, ya que es más agradable el viento
de cara
cuando circulamos a 200 km/h.
IV
Y expuesta la desnudez amante
entre los carriles de la autopista
van pasando con el vértigo
los veraneantes en sus autos
que miran algunos ojos curiosos
como fornicamos entre las azaleas
de esta carretera de raíl
con la sangre de los motoristas suicidas.
Entrego cada carta a ti
en verdura y falsedad
en lilas y turquesas
en trufa y hongo
con fanzines y posavasos
entre los coleteros ocultos
la existencia todavía de los rediles del reclutamiento
de fichas en tableros en la piel,
de tus ojos atropellando mis ojos
cuando
hacemos el amor.
Es tan sencillo morir.
Como las amapolas
en un jarrón.
Jarrón de amapolas-Odilon Redon |
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