Reseña del Arca de Wislawa del escritor y crítico literario José Antonio Olmedo
https://www.todoliteratura.es/noticia/52477/poesia/el-arca-de-wislawa:-la-poesia-de-wislawa-szymborska-como-salvacion.html?fbclid=IwAR0RKakhndb9XaGKTZS7pNcYPIbpdHQWNV8PyMDwEEUJYw_dHvJcQHr7EVQ
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Lluïsa Lladó (Mallorca, 1971) nos ofrece en El arca de Wislawa (Torremozas, 2017), su cuarto poemario, una analogía lingüística del arca de Noé pero utilizando figurativamente la poesía de Wislawa Szymborska como elemento aglutinante de lo bello para su posterior salvación. Para dimensionar una aspiración así es preciso que nos hagamos una idea de cómo Lladó debe venerar la poesía de Szymborska. Tras leer este libro se nos hace evidente que la poesía de la autora de Preguntas a mí misma (1954) llegó a la vida de Lluïsa Lladó para cambiarla.
Lluïsa Lladó (Mallorca, 1971) nos ofrece en El arca de Wislawa (Torremozas, 2017), su cuarto poemario, una analogía lingüística del arca de Noé pero utilizando figurativamente la poesía de Wislawa Szymborska como elemento aglutinante de lo bello para su posterior salvación. Para dimensionar una aspiración así es preciso que nos hagamos una idea de cómo Lladó debe venerar la poesía de Szymborska. Tras leer este libro se nos hace evidente que la poesía de la autora de Preguntas a mí misma (1954) llegó a la vida de Lluïsa Lladó para cambiarla.
Ocurre pocas veces, pero cuando sucede,
es difícil explicar el porqué de una comunión así. Ser deslumbrado por
la poética de un autor del que no sabíamos ni su existencia es —casi—
equivalente a volver a nacer, a observar el mundo de manera distinta, en
definitiva, a descubrir nuevas estancias de nuestro yo e incluso intuir
todas las deixis a él asociadas.
Hemos dicho que esa figurativa arca
compuesta por los preceptos y fundamentos de la poética szymborskiana
aglutina lo bello para después salvarlo, pero, cada uno de nosotros
maneja una noción diferente de belleza (1), una creencia distinta sobre
lo que debe o no debe ser salvado (2) y eso nos lleva al tercer punto:
¿salvarlo, de qué?
La `conexión Wislawa´, como reza el
epígrafe de uno de los poemas, le supone a la autora mallorquina asumir
todo el pesimismo ante la decadencia del mundo, pero también toda la
sencillez y coloquialidad literaria, no exenta de humor e ironía, como
rasgos de un estilema referencial que pasó del realismo socialista a la
reflexión filosófica más antropológica y disociada de dogmas políticos.
Pero esta asunción se resuelve de manera
natural, como si en el repertorio formal y argumental de Lluïsa Lladó
estos requerimientos estuviesen asociados a su íntima naturaleza. Es
complejo de demostrar, pero este poemario transmite la sensación de que
algo en ambas poetas las vincula de manera más profunda que una simple
afinidad: «Ella deseó, y yo no era consciente, / mi propio bautismo».
Este verso se nos regala en un poema que narra la visita de Luisa a la
tumba de Wislawa. La propia protagonista poemática resuelve a qué le
conduce ese encuentro con la poeta polaca: «La conexión ha conducido
hacia mi interior. / El reencuentro. El renacimiento. La profecía».
Diecisiete poemas componen El arca de Wislawa,
pero a pesar de que el índice final del libro no contempla una
separación —macroestructura— entre ellos, la autora escinde su obra en
cuatro partes que vienen marcadas por referencias paratextuales o
páginas en blanco. De ello podemos inferir varios cambios de tono en el
discurso o incluso variaciones temáticas. Y así es. Ya en el primer
poema, de titulo “Soberanía”, apreciamos un valor propedéutico, incluso
por su separación en cinco movimientos. El verso libre, el tono
coloquial, el recurso culturalista, la flexibilidad léxica representada
en la composición de neologismos y asociaciones de palabras: todo ello
anticipa una liquidez estilística que singulariza un discurso en el que
los tijeretazos a la gramática y cierto grado de surrealismo aportan un
valor estético: «El Café Camelot exhibicionista de ello / se había
convertido en un núcleo de tazas gigantes / con lo único picante / que
el recuerdo de la mostaza».
El solo hecho de que el uso de la
primera persona por parte del hablante lírico aparezca de inicio en ese
primer poema también es representativo. Todo el poemario cumple una
función apelativa a un apóstrofe que alterna entre la persona amada y el
lector. Este hecho influye en la recepción emocional del lector, quien
ve a través de los ojos de su interlocutor toda su experiencia. Este
recurso acorta la distancia entre el lector y el autor, pero por otra
parte deja fuera las apreciaciones impropias de una focalización
interior, es decir, aquello de lo que el sujeto poemático no es testigo
directo.
Al ser un discurso mediado, podemos
convenir que la poesía de Lladó es intimista, pero también humanista,
refleja la preocupación existencial de un ente femenino del que sabemos
por mediación de otro personaje (poema “Bitacora de Pallares”) que se
llama Luisa. Por tanto, la autora quiere recortar todavía más la
distancia con su alter ego en un intento por eliminar el rol de
sujeto lírico. Esta aspiración a la suplantación de identidad se
consigue ilusoriamente a través de emociones y sensaciones cercanas a su
propósito. El tono confesional y dialogístico quiere romper distancias
en la cotidianidad: «La mía es de color esperanza. // ¿De qué color es
la tuya? ».
Otro recurso empleado por Lladó es el de
utilizar la ironía como enunciado parentético, y lo hace tal cual era
empleado por los poetas de la generación de medio siglo,
marcando dicha ironía mediante paréntesis:«(Cuando recito, lo hago
irónica de héroe)». Muchos son los registros de un estilo sofisticado y
audaz que marida la referencia cultural, lo clásico y lo moderno en un
verso libre y dinámico.
¿Qué nos cuenta El arca de Wislawa?
Pues, además del consabido diálogo entre su autora y la Premio Nobel
polaca, un mensaje de justicia social y respeto por el medio ambiente.
Sin duda, los versos de Lladó destilan romanticismo, y este rasgo suyo,
ya vislumbrado y protagónico en anteriores poemarios, expande aquí su
esencia al entorno que circunda a los seres humanos, es decir, a otros
seres humanos y a la naturaleza. Para Luisa, protagonista poemática,
renacida por la poesía de Szymborska, el amor no debe confinarse en la
otredad de la persona amada, sino debe expandirse más allá de ese
binomio y debe ser y actuar en cuanto vive o contribuye a la permanencia
de la vida.
Es en la formulación de este mensaje
donde toda la arquitectura desplegada por la autora se justifica y
potencia su incidencia sobre la conciencia humana:«El único banco
español en Cracovia, / el Santander. // [...] Muertos enterrados. /
Muerto pueblo en vida / con embargo. / La expansión a costa de las
cabezas cortadas».
Caracolas, gatos negros, cajones,
hormigas, postales, mecheros de colores: elementos actoriales que
constituyen parte del imaginario de Wislawa se convierten en este libro
en símbolos que Lladó maneja a la perfección para articular su
discurso:«Salir de la sociedad encasillada, / abrir todos los cajones /
ante la disconformidad»; «Wislawa / y un millon de poetas hormigas».
El poema titulado “Universo”, colofón
del poemario, es una invitación directa a dejarse llenar por la palabra
poética de Wislawa Szymborska:« [...] así, que si queréis salvaros; /
venid y escuchad la palabra poética, / el Arca aguarda». Ya el uso
antonomásico de la mayúscula en sustantivos transmite la sacra
percepción que para Lladó tienen algunos elementos del atrezzo
szymborskiano. Esta invitación, urdida en seis movimientos, revela la
motivación última de la poeta y razón de ser del libro: «Deseo salvaros.
// Ella desea salvaros».
Así que son la humanidad, la
confraternidad, la sensibilidad, los motores que impulsan su arca
fabulosa, un arca de poesía, pero también de amor, que espera a sus
elegidos tripulantes: «Salvad la naturaleza, la mitología»; «Pero, de lo
narrado, / solo podrá salvarse / del desastre, un libro». Lladó esboza
un cataclismo final en el que no todo sucumbirá gracias a la poesía:
último bastión de la esperanza: «Y repoblarán. / El ala. / La garra / y
la semilla».
Ni que decir tiene que el ser humano es
el mayor enemigo de sí mismo y continuamente estamos expuestos a nuestra
ignorancia, nuestra incomprensión, nuestro egoísmo y violencia. La
falta de empatía, la falta de educación, de respeto por la vida y la
cultura son en realidad el verdadero abismo, el apocalipsis cierto y
real que queda develado tras la lectura de El arca de Wislawa.
Este libro quizás trate de acercarnos al antídoto, al germen artístico y
filosófico que nos ayude a sobrevivirnos, a entendernos, a superarnos.
El arca de Lluïsa Lladó
nos permite conectar con su poesía, pero también con la de Wislawa
Szymborka. Tal vez algún lector con suerte consiga entrar en esa
conversación a tres que sacuda su interior y fustigue y haga vibrar
todas sus certidumbres. La literatura es un juego de muñecas rusas que
al final no oculta más que el patrimonio universal de todo ser viviente:
desamor, desesperación, identidad, locura, pero también, —y en este
poemario se expresa con vehemencia— amor.
Los poemas de este libro, a la manera (humilde y solidaria) del haijin japonés, transmiten todo el aware
(emoción profunda) que Lluísa Lladó experimentó, no solo al vivir la
poesía de Szymborska, sino al conocer su país y visitar su tumba, por lo
que es deducible —y muy loable— que una de sus aspiraciones mayores sea
la de provocar en algún anónimo lector el desencadenenta de su mismo
renacimiento.
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