Amadeus
He roto el confinamiento, gracias al egoísmo
de algunas personas, pues, nunca aprenderé que un trato
debe darse por escrito, para que luego Diego no te dé por el cu-
bo o la cucacaracha.
Me levanté pronto para evitar el tránsito de personas, pero,
la cola tanto del mercadillo como de la sucursal bancaria
era un rizo negro de un gigante de leyenda.
Resignada, seguí instrucciones, ante la situación nueva
y parecía un recién nacido en busca del canal del parto.
Con guantes de látex y una mascarilla
he ejercido de autómata
para luego como una lombriz regresar a la tierra.
En los momentos límites conoces a los individuos,
a quién es un borde en la ida y en la vuelta,
a los otros que no paran de emitir ruidos o generar descargas.
Me siento sola muchas franjas porque le doy la espalda a mis demonios.
La pesadilla que me ha despertado a las cuatro de la mañana.
La intuición presencial de espectros.
La sorna insana por los que te jodieron alguna vez.
Y la botella de ginebra
que me mira
desde el altillo de la alacena.
Gota a gota hiriente.
Y que tenía por si un día ligaba en el puerto con un marino.
La basura que existe fuera de los contenedores.
Y este puñal de distancia
donde pienso en tomar un avión
a una cuna que no desea a desahuciados.
de algunas personas, pues, nunca aprenderé que un trato
debe darse por escrito, para que luego Diego no te dé por el cu-
bo o la cucacaracha.
Me levanté pronto para evitar el tránsito de personas, pero,
la cola tanto del mercadillo como de la sucursal bancaria
era un rizo negro de un gigante de leyenda.
Resignada, seguí instrucciones, ante la situación nueva
y parecía un recién nacido en busca del canal del parto.
Con guantes de látex y una mascarilla
he ejercido de autómata
para luego como una lombriz regresar a la tierra.
En los momentos límites conoces a los individuos,
a quién es un borde en la ida y en la vuelta,
a los otros que no paran de emitir ruidos o generar descargas.
Me siento sola muchas franjas porque le doy la espalda a mis demonios.
La pesadilla que me ha despertado a las cuatro de la mañana.
La intuición presencial de espectros.
La sorna insana por los que te jodieron alguna vez.
Y la botella de ginebra
que me mira
desde el altillo de la alacena.
Gota a gota hiriente.
Y que tenía por si un día ligaba en el puerto con un marino.
La basura que existe fuera de los contenedores.
Y este puñal de distancia
donde pienso en tomar un avión
a una cuna que no desea a desahuciados.
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