Lluvia con rímel

Treinta y cinco años han pasado...de tu ausencia.

Abuela querida,
que pasabas las tardes sentada en una butaca cereza
con tus piernas de paquidermo
por la fagocitosis de la poliomelitis de la posguerra española
observando la eternidad de los pájaros
que mudaban su pluma.

Y de repente vino a la memoria
la tinta imagen de todos alterados
registrando el dormitorio,
que aún con tu olor permanecía
en las sábanas de algodón.

El dinero, ahorrado tras el silencio.
Dentro de una caja de medicinas.

Treinta y cinco años han pasado...de tu ausencia.

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