Empater.

Cuando la revancha se interioriza y no admites tu desequilibrio
van luces de neón en comparsa al espectáculo diario
de izar del cadáver que respira.

Por eso no apretar el acelerador
que perder los nervios no es virginal.
y mantengo  la costumbre a la soledad con los muertos
al silencio de los vestidos
que farfullan a los botones y a las cremalleras
el abandono que desde niña
me puso sus bragas y una bonita cuerda celeste.

Después de la guerra, subo a un tren en coma
y aparece el sarpullido de la enfermedad.


En trance, con la trémula pulsación
arremeten las ganas de escribir
desnuda delante de los pasajeros, la fiebre descubre su esperpento.

Como una yonqui precisando la salvia de un puñetero bolígrafo,
un trozo de papel, una hoja de selva, en arritmia
implorando rostro a poso, con el brazo tendido
cualquier excusa correcta de tick, folleto
y hasta el billete de Renfe en laberinta procesión de palabras.

-Oiga soy poeta, no tendrá un pedazo de piel,
un lápiz de madera de cedro,
del baúl en que se está convirtiendo el viaje.



Adicta, consumo
con la dosis adulterada en el retrete metálico
y el poema
acaba escrito en la puerta del WC.






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