Blue dreams.

El azul 
en melodía de calle.

Mi madre he observado desde el pasillo
que de niña tanto temía
abrazando a mis hijos.
Esa ilustración mental generó la duda si ella había aprendido
a amar a través de los nietos, o si siempre fue la ballena
que en su enseñanza de Cartago
aleccionada regla a que mis manos
empuñaran las armas.

Y callé, y la sonrisa levitando
prefirió en su retórica no hacerse más preguntas.

El azul
en melodía de hablado.

Sigo en cansancio
a modo de caparazón de tortuga
pujando a las expresiones zodiacales
de la última página del diario.

El azul
en melodramática sentencia.

En añoranza con forma de rosca de chocolate,
cuando derrumbo mi cuerpo
en una escama
y me dejo llevar a la deriva incierta
de si esta noche vendrán a colmarme las pesadillas
en descarga o tendré la suerte
de abrir los ojos cuando el humo del tabaco
de la vecina se filtre con un café a las nueve
que nadie trae a la vera de mis zapatos de sueños.

El azul-lejos
como una mordida de gazapo.

Las marcas
devófagas

y mi madre en un fondo pasillo
con los titanes de mi cabello
en un abrazo en cuántica.


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