Y si éramos pocos parió la inmobiliaria.
La primavera dispone la inoportunidad
de que los pájaros aniden
dentro del ojo-calavera de los edificios.
Nebulosa de polen y ácaros en disputa
por la presidencia
y un ruido en el piso que supuestamente estaba vacío.
Han vendido la vivienda, así que,
un incómodo cambio acontece en mi vida,
valorando la ventaja que suponía coronar una cima-azotea
en un silencio
que a veces acojonaba.
La casa anda con la boca abierta
y han iniciado una macro-reforma dos enamorados,
de esos que se pasan a tiro de ventana
morreándose, y a mí, la tiña
ya ha iniciado los ascensos a las neuronas.
No sólo las máquinas taladra paredes y la voz de pito
de "Cariño, pondremos el sofá aquí" "O debemos presentarnos a la vecina".
Mirad Romero y Juliana, morad
en vuestros habita-culos
y olvidad los protocolos cotillas
para acabar siendo un almacén de suministros de sal, azúcar y perejil.
No quiero alternar ni con la cisterna.
Es más esta misma tarde
he empezado a buscar en Google
un clarinete o mejor aún un tambor
para amenizaros las horas de siesta.
Para que odiéis, a vuestra pared contra pared,
puerta versus puerta.
Estoy en plan cápsula
con una animadversión-urticaria
a todo lo que asemeje
al amor. Sí, odio el amor,
o el amor me odia, no sé en que orden de extremaunción.
Me produce arcadas de medio punto
cualquier espejismo de gente
sin traumas, que no posee pánico al compromiso,
a que la quieran,
a mequetrefes
que construyen hogares
y piensan que las reformas
unen, cuando el amor
no es más que una grúa demoledora.
Qué se lo digan a Roma, que el amor
la incendió a base de flemas.
Para qué amar si luego te abandonan,
y las noches son insomnes,
y sueñas que tus brazos son sus brazos
que te deshacen en piel de mandarina.
Y añoras la carcajada, la voz, la camilla; la mala leche
del tío que convirtió tu fondo de armario
en una talla más y te pasas todo el santoral escuchando a Adele
y leyendo libros de
"Cómo superar el amor de una vida sin morir en el intento"
o "Las diez ridiculeces que no debes cometer si te dejan tirada"
cuando ya llevas once.
Por favor os miraré mal,
y ni se os ocurra la murmuración
de la derrama para convertir
vuestro vínculo en una entrada de granito
y granos de acné en la luna.
¿Qué he hecho para merecer ésto?
¿Por qué una película
se ha mudado delante de mis orificios nasales?
Os repelo, y mondo.
Lo siento chicos,
estoy asocial
y mis gatos los saben.
Porque os deseo lo que jamás experimentaré
y es un lar lleno de lavanda
y lazos naranjas que volaran de vuestras muñecas.
Porque dormir solo no duele, ni bañarse solo,
ni leer el poema a solas.
Lo que jode es morirse sin nadie que sea de este mundo
de que los pájaros aniden
dentro del ojo-calavera de los edificios.
Nebulosa de polen y ácaros en disputa
por la presidencia
y un ruido en el piso que supuestamente estaba vacío.
Han vendido la vivienda, así que,
un incómodo cambio acontece en mi vida,
valorando la ventaja que suponía coronar una cima-azotea
en un silencio
que a veces acojonaba.
La casa anda con la boca abierta
y han iniciado una macro-reforma dos enamorados,
de esos que se pasan a tiro de ventana
morreándose, y a mí, la tiña
ya ha iniciado los ascensos a las neuronas.
No sólo las máquinas taladra paredes y la voz de pito
de "Cariño, pondremos el sofá aquí" "O debemos presentarnos a la vecina".
Mirad Romero y Juliana, morad
en vuestros habita-culos
y olvidad los protocolos cotillas
para acabar siendo un almacén de suministros de sal, azúcar y perejil.
No quiero alternar ni con la cisterna.
Es más esta misma tarde
he empezado a buscar en Google
un clarinete o mejor aún un tambor
para amenizaros las horas de siesta.
Para que odiéis, a vuestra pared contra pared,
puerta versus puerta.
Estoy en plan cápsula
con una animadversión-urticaria
a todo lo que asemeje
al amor. Sí, odio el amor,
o el amor me odia, no sé en que orden de extremaunción.
Me produce arcadas de medio punto
cualquier espejismo de gente
sin traumas, que no posee pánico al compromiso,
a que la quieran,
a mequetrefes
que construyen hogares
y piensan que las reformas
unen, cuando el amor
no es más que una grúa demoledora.
Qué se lo digan a Roma, que el amor
la incendió a base de flemas.
Para qué amar si luego te abandonan,
y las noches son insomnes,
y sueñas que tus brazos son sus brazos
que te deshacen en piel de mandarina.
Y añoras la carcajada, la voz, la camilla; la mala leche
del tío que convirtió tu fondo de armario
en una talla más y te pasas todo el santoral escuchando a Adele
y leyendo libros de
"Cómo superar el amor de una vida sin morir en el intento"
o "Las diez ridiculeces que no debes cometer si te dejan tirada"
cuando ya llevas once.
Por favor os miraré mal,
y ni se os ocurra la murmuración
de la derrama para convertir
vuestro vínculo en una entrada de granito
y granos de acné en la luna.
¿Qué he hecho para merecer ésto?
¿Por qué una película
se ha mudado delante de mis orificios nasales?
Os repelo, y mondo.
Lo siento chicos,
estoy asocial
y mis gatos los saben.
Porque os deseo lo que jamás experimentaré
y es un lar lleno de lavanda
y lazos naranjas que volaran de vuestras muñecas.
Porque dormir solo no duele, ni bañarse solo,
ni leer el poema a solas.
Lo que jode es morirse sin nadie que sea de este mundo
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