"Tresporcincoquinceyatiqueteimporta"
I
La rutina puede ser una buena excusa
para domesticarla y escribir unos versos;
el café aguado y las plantas que crecen
con el compás distinto que escenifican
la patética
de buscar entre las maletas
el objeto que se olvidó y
sus formas han caído.
II
Éste es el adiós definitivo
a tanto tocino, a la bola de nieve
que ha supuesto un amor que no descansó
hasta incrustar la palabra en la diana que late
círculos, como ondas de aguafuerte.
Porque ser la rueda de recambio asfixia en descolocada intención de burlarse
desde su pináculo de hielo
un mes de agosto de 1922.
Por eso sostenerse con poca base
a pesar de su pureza.
Por la consiguiente estafa del ojo,
si vemos con los táctiles
y aunque en público, aborrezca a la poeta,
y fingidor atraviese mi cuerpo
igual que un fantasma,
igual que la monotonía que adorna
mejor al poema,
e intente crear un borrón de mancha
y oculte los rastros de mi intrusismo
en la casa de las citas.
Investigue lo que subyace entre las líneas de su mano.
Aún tiene un poco de pasaje
a la cordura. Y enfermos poca gente nos quiere.
No tengo riqueza, sólo el conocimiento molecular
que el aire que respira contuvo un día mi hidrógeno,
que cuando ingiera su ración
el cielo, el sol, los niños que cantan alegres
odas de despedida bala,
el pájaro lila,
la nube ronca,
las luces de los coches,
la tormenta inunda corazones,
la leche,
el pan,
el beso de otra hembra,
la sábana,
el fieltro,
el cordel,
la tijera,
el guiñol.
En todo, aunque le duela,
estaré yo siempre.
La rutina puede ser una buena excusa
para domesticarla y escribir unos versos;
el café aguado y las plantas que crecen
con el compás distinto que escenifican
la patética
de buscar entre las maletas
el objeto que se olvidó y
sus formas han caído.
II
Éste es el adiós definitivo
a tanto tocino, a la bola de nieve
que ha supuesto un amor que no descansó
hasta incrustar la palabra en la diana que late
círculos, como ondas de aguafuerte.
Porque ser la rueda de recambio asfixia en descolocada intención de burlarse
desde su pináculo de hielo
un mes de agosto de 1922.
Por eso sostenerse con poca base
a pesar de su pureza.
Por la consiguiente estafa del ojo,
si vemos con los táctiles
y aunque en público, aborrezca a la poeta,
y fingidor atraviese mi cuerpo
igual que un fantasma,
igual que la monotonía que adorna
mejor al poema,
e intente crear un borrón de mancha
y oculte los rastros de mi intrusismo
en la casa de las citas.
Investigue lo que subyace entre las líneas de su mano.
Aún tiene un poco de pasaje
a la cordura. Y enfermos poca gente nos quiere.
No tengo riqueza, sólo el conocimiento molecular
que el aire que respira contuvo un día mi hidrógeno,
que cuando ingiera su ración
el cielo, el sol, los niños que cantan alegres
odas de despedida bala,
el pájaro lila,
la nube ronca,
las luces de los coches,
la tormenta inunda corazones,
la leche,
el pan,
el beso de otra hembra,
la sábana,
el fieltro,
el cordel,
la tijera,
el guiñol.
En todo, aunque le duela,
estaré yo siempre.
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