Y si te vuelvo a ver pintar un corazón de tiza en la pared.

Cae un viento desigual
y Valencia se levanta erecta
revuelta de papeles y ecos en semáforos incandescentes
con la promesa rota
a que los narcóticos mezclados con el alcohol
fuesen un deporte favorito de primavera.

E igual que una hoja con pestañas
mis pupilas dilatadas dibujan
con sus dedos jeroglíficos
por los muros del Barrio de Carmen,
la muerte de poema: poem mortem,
apurando al hígado,
por un momento el ser de una ninfa
con la cadera con hambre de hombre
en pantera tacón arriba-abajo en escote 
y armas papiliformes
como pequeñas mariposas en los testículos.

Y prometiste no volver hacerlo
de rodillas
en algún suburbio de mallas
rezando la letanía de tu falta de control
exterminador
autodestructivo
hedonista
y a punta de navaja-lengua en
un paradigma de Sumeria.

Tú no me conoces de nada
y sé que después no me pedirás que te escriba un poema.

Sólo la capacidad que este destripamiento
liberador del peso del elefante desaparecido
a la aparente chica buena
que colecciona cadáveres en su congeladora
y tiene un cajón de miniaturas
de corazones con alfileres
de cada una de la destrezas de las palabras,
aguijones neurotóxicos.


El ángel sin alas
hasta que desaparezca
el formol de las mejillas.

Te prometo que soy una chica muy buena.
Y ando perdida en este arrabal.

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