El predicador de Misouri.

Y tener la sensación anómala
de conversar con un cadáver 
en la afrenta de golpear su diapasón.

Pero, él, no habla 
le cortaron la lengua con un cuchillo,
predica como un profeta de templo
en Misouri con gestos,
exalta el amor 
y la ingesta de productos ecológicos
cuando no sabe perdonar a quién debe ser
el destino,
de qué sirve la caricia del buey
y la tiza esnifada
de las alas de las luciérnagas.

Cómo puede salvar el mundo,
si al prójimo le pisa el recuerdo
en una hoja de sauces
perdidos dentro de una postal
de viaje de estudios.

Es lógico, hasta la amputación
más dolorosa
sigue siendo brazo, pierna, seno.

Ella, se pudre
copo, escama, grava.

¿Para que servirá el litigio?
Si la frase imperfecta
corre como un mullido con guante de membrana,
al eco de la onomatopeya de todas las tripas
hambrientas.

Tú, en tu trono de pan de molde,
en tu lecho de lonchas de queso
en tu majestuosidad cárnica
en espíritu
consagrada hamburguesa
como el cuerpo de un sacrificado
por la humanidad.

Cómo atreverse de la conjetura
y aquí radial cortante
quien fue más que una mula,
o si al caso su escudero,
la vasija donde escupía,
el orinal de oro
escondido bajo la cama
con todos los deshechos
que excrementan las marionetas.

Cómo puede hablar usted, Mesías, Armagedon, 
del prójimo, del alivio,
de la coordenada entre la chincheta
fornicando un mapa en un mar de corcho.

¿Cómo?

Y dormir tranquilo.
Y no perdonar a quién le ha perdonado.
Y tratar a Sancho Panza como un cerdo con triquinosis
que nunca será invitado a ningún banquete
ni para brindar ni para ser comido.

Monarca o no,
Viven un día sin más.


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