Felicidades emperador.
La ciudad amaneciendo revienta en un ejercicio gimnasta
a la gente de un sueño en ruedas;
deten-idos en los semáforos florales:
La médium y el cirujano,
el animal de fieltro y la sombra autómata.
Cruzados escribanos como balín de piedra,
andan algunos, trotan otros a rastras.
Y de repente diviso a un poeta que cabizbajo camina,
en el paralelismo de la constelación aún no descubierta,
con esa tristeza del salto, de la hija recién adoptada,
vestida con el color de las fundas de las gafas.
En una exclamación, le digo:
-Felicidades Emperador.
Sí, es un poeta, se le nota en los andares,
en la manera cristalina de observar las palabras
que zafias van escritas en el suelo.
Y pienso inequívoca en los antiguos hornos
de puertas con bisagras de mariposa,
de panaderías con bandejas repletas de ensaimadas.
Humeante huele a miga de buena pasta,
a pureza de harina sin refinar, a la masa que toma la forma del equilibrista
entre la técnica y el rimado gris.
Las nuevas molduras
son el pan nuestro de cada día.
pero ellos, no perciben aún en su miopía matutina
la grandeza de la generación futura
con sabor a tierna fe.
Como el pan del pueblo beréber
sin aditivos ni soeces, ni espectáculos,
en una ciudad apestada de las ratas de Delibes.
a la gente de un sueño en ruedas;
deten-idos en los semáforos florales:
La médium y el cirujano,
el animal de fieltro y la sombra autómata.
Cruzados escribanos como balín de piedra,
andan algunos, trotan otros a rastras.
Y de repente diviso a un poeta que cabizbajo camina,
en el paralelismo de la constelación aún no descubierta,
con esa tristeza del salto, de la hija recién adoptada,
vestida con el color de las fundas de las gafas.
En una exclamación, le digo:
-Felicidades Emperador.
Sí, es un poeta, se le nota en los andares,
en la manera cristalina de observar las palabras
que zafias van escritas en el suelo.
Y pienso inequívoca en los antiguos hornos
de puertas con bisagras de mariposa,
de panaderías con bandejas repletas de ensaimadas.
Humeante huele a miga de buena pasta,
a pureza de harina sin refinar, a la masa que toma la forma del equilibrista
entre la técnica y el rimado gris.
Las nuevas molduras
son el pan nuestro de cada día.
pero ellos, no perciben aún en su miopía matutina
la grandeza de la generación futura
con sabor a tierna fe.
Como el pan del pueblo beréber
sin aditivos ni soeces, ni espectáculos,
en una ciudad apestada de las ratas de Delibes.
Hordas que se alimentan de ratas,
ResponderEliminary la Tierra de Federico echando
rios grises de polilla,que tapan
TODA LUNA.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuchas gracias por tu réplica Julio, he visto que has sabido leer entre líneas.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar