Coleccionista de canciones.

Tú, que eres una mercenaria con hiedra entre las ropas
del malquerer de un hombre 
que no era más que un extintor colgado
en el décimo piso de un hotel de lujo.

En los tiempos de la incertidumbre, 

de tiros en la nuca y cadáveres en los maleteros,
cometas y el olor de la colonia
que usaba Nietzsche en ráfaga para salvar la vida.

De la chica del vestido azul
con el muñeco de cristal-rompa-en-caso-de-emergencia
que prefería morir asfixiado 
por la luz de los ojos.

Apoyada moribunda en esta farola
fumando el último crimen 
mientras cantan los unicornios
dibujo con mi sangre
corazones, recordando todos los que cayeron a mi paso
en la tierra de las tumbas cavadas.

Ahora que la faca vive bajó el océano
y que he sido ejecutada por encargo,
con las gaviotas bailando 
sobre la cumbre del vertedero
y soy, una vieja gloria del homicidio
que recoge la piel 
abierta en canal
del que hace justicia
a tanto crimen.

Por la hemorragia
de amar a tu propio asesino.


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