Comida sacra.
I
¿Qué haces? Más que encharcar tus sueños,
merece la pena algo que te ve
como un fósforo
siendo granado.
II
El domingo con sus liturgias
haciendo oes de humo a las cocinas sagradas
en su cónica estructura
las ofrendas,
los huevos parásitos en los repliegues
haciendo que frente a un fregadero
la añoranza murmulle
la fonética del lavavajillas.
Sube el crepitar oleico
el tufo de sofrito sobre culos requemados
que extinguieron su adherencia.
Las paellas se llenan de besos
y la comida familiar tiene limones
y rodajas de amargo.
Yo les oigo hablar bajito,
con las sobras en las juntas de los platos,
con las cáscaras vacías de los crustáceos
en mares de barrigas obscenas.
Costillajes con acentuación en llana,
y niños, y peras, y no sé cuántos cuentos de hadas.
Aquí con mis tres mariposas negras
afanándose en su aleteo de buche sin tregua.
Escucho el recuerdo
con la movilidad de sus antenas,
en cuchara de soprano,
tenedores orgánicos en comedores de primos,
de hermanos entre la mentira y la mueca deforme ley.
Sube el olor de la candidez y sin embargo
¿Qué haces? Más que encharcar tus sueños,
merece la pena algo que te ve
como un fósforo
siendo granado.
II
El domingo con sus liturgias
haciendo oes de humo a las cocinas sagradas
en su cónica estructura
las ofrendas,
los huevos parásitos en los repliegues
haciendo que frente a un fregadero
la añoranza murmulle
la fonética del lavavajillas.
Sube el crepitar oleico
el tufo de sofrito sobre culos requemados
que extinguieron su adherencia.
Las paellas se llenan de besos
y la comida familiar tiene limones
y rodajas de amargo.
Yo les oigo hablar bajito,
con las sobras en las juntas de los platos,
con las cáscaras vacías de los crustáceos
en mares de barrigas obscenas.
Costillajes con acentuación en llana,
y niños, y peras, y no sé cuántos cuentos de hadas.
Aquí con mis tres mariposas negras
afanándose en su aleteo de buche sin tregua.
Escucho el recuerdo
con la movilidad de sus antenas,
en cuchara de soprano,
tenedores orgánicos en comedores de primos,
de hermanos entre la mentira y la mueca deforme ley.
Sube el olor de la candidez y sin embargo
no hay aquí
en esta atmósfera de restaurante
una mano para compartir el pan seco.
Las palomas siempre temieron a los felinos,
a los gatos que comen en psiquiatría.
Y sigo peleando patatas
que ya no se acuerdan del campo
para nadie.
¿La memez de querer al poema?
Tapones de corcho rodando por los manteles.
Risas comestibles de la vecina
y una puerta de frigorífico
que se cierra ante la visión.
Del granado tallado en dientes.
Amor muerto por inanición
porque si no es compartido
hiele a un café solo.
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