Extraña manera de pedir sal.

Notoria imprenta
cuando brota la lepra
gajo a escama en tu rostro de Avignon
ente
que espera
la felicidad de los aviones 
con alas de golondrina,
la nieve perla cobijando la mano poeta,
y en el frasco, número cuatrocientos,
de verbenas de tique de caja;
en los hilos deltas de la electricidad urbana,
cuando dentro de tu paraguas ha llovido
y he estado presente
fila
de estaño en las coralinas estancias
en tu soledad y en tu acompaña miento.

En los huecos de tu casa,
sobre alfombras voladoras
en ejercicio meditado
he navegado ácaro ángel.
El fetichismo poético
y la pena de no saber ya ni quién eres,
en este recopilatorio, la entrega fascitis
de un hombre que se presenta con la credencial:

-Tengo que marchar.

Como una mancha verde en el océano.

Y una, en el inconformismo
se convierte en un paquete de arroz,
en una tapa de inodoro cerrada,
en una mujer dinamita
escondida bajo tierra
para explosionar con los canarios asfixiados
por tu necesidad de pedir amor
con las garras del gato.

Y siempre desde el ojo del revisor,
la luna reflejada en cuchara,
va rellenando cuestionarios de la crueldad con sabor a letrina,
y ya no entiendo el idioma del que te repele
y te ata con sus cuerdas.

Amo sin condiciones
a cara descubierta
frente el pelotón de fusilamiento
de los que presienten la gula de nuestros cuerpos.

Hace tiempo
que aprendí a no avergonzarme de mi sombra,
a pedir agua
cuando mi glotis 
agoniza de sed.

Si quieres ahogarte
con tu silencio moriré contigo.

Palabra de mar.



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