Resilente es mi apodo, baby.

En junio en la calle un cadáver
fue abandonado a la corriente de una central térmica,
él sin brazos nadaba.

Me quedé sin trabajo.

Y lloraba trinchando las acelgas.
Metida en la bañera,
cual tapón con la cadena cortada.

Pensé monguer que el amor podría salvarme
e inventé un príncipe
de finales más que de principios

Hasta que perdí la fe del amante
por el desagüe 
junto al vello rasurado 
y una pompa.

Hasta que la juliana verde de las hojas me llevó
a la puerta de una escuela.

Con pocas armas,
tal vez una juventud con cuerpo de élite
con la uñas mordidas
aguardando un te quiero que nunca existió
caminé
escuchando Glommy sunday
y supe mudar de piel
sin órganos vitales
de música eclesiásticas en parques con más mosquitos que palomas.

Sí.
Se puede morir.
Resucitar,
Y volver a nacer, 
con cuarenta y cuatro años.

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