Cambio de periferia.

Y rodeada de la extrañeza,
las sudaderas cuelgan de los garfios,
los logotipos
que hablan, pero, prefiero que sean los colores
los que se conjuguen conmigo.

Hay demasiada suciedad
en la silla de los locutorios,
teclas que encadenan sucesos escritos,
y la terminal de este cúmulo de tiendas
me lleva a la ternura infantil
cuando cruzo por el lugar donde trabajé tantas lunas
y que ahora se ha trasformado:
en el cristal, en la sombra, en el rótulo, en las imágenes adverbiales
que caben en el jersey amontonado
y entre el perfilado de los pantalones.
Nostalgia dicen unos que se llama,
yo, en mi egolatría de humanoide
denomino que quedarse sin trabajo:
Una putada.

Sí una P U T A D A por causas reorganizativas,
pues, creo que usar una metáfora
o una alegoría
sería inmolarme en el exterminio.


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