I
Y si dejamos las bromas en el paragüero.
Y empezamos a llover.
II
Y de repente, el amor se ha roto,
fue el golpe de la estatua de yeso
contra el terrado
el que me despertó del coma,
un aquelarre.
Quiero un amor
basado en la pureza del aire
a la misma altura de mis pestañas,
no quiero la reliquia de un altar
y comer con los pies la limosna.
Se rompió.
Mi corazón es una gaviota libre
es un animal
y ya está saturada
de semidioses desnatados.
III
Mi corazón es un ave
que tiene la jaula en tu cuerpo,
entre los pedazos
voy barriendo las palabras
y sola me quedo en esta azotea.
Cada vez
que vuelvo a ser césped
te trasformas en zona de jardín
para derrotada acudir
al canto del poetiso Ulises
y recoger mendrugo a mendrugo
las formas marmóreas;
no hay más sombras ni serenas
que la del nudo de nuestros sexos
y el limo de los dedos, los nudillos, las nueces,
el emborracharse con tus ojos de paloma
bebiendo de esta atrocidad
de volver a barrer las palabras
junto tus miembros de piedra.
La ilusa con el corazón derribado
que te empuja al vacío
y luego con pegamento te recompone.
Guardar en la mochila
la rotura femular de un pacto
y
convertirme
en un triste
caracol
que anuncia el otoño.
IV
Te amo,
a pesar del neón
de las sanguijuelas.
Y la demencia urbana.
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