LO INLLORABLE.

Soy una mujer atormentada
por eso riego las plantas
y dejo el grifo hasta que se llena el fregadero.

Me quedo observando
los espesores sobre los tapices
y los túneles de lavado
saludando parabrisas
a la incertidumbre de mi lluvia.

Luego tomo el raspador
y con el olor de la ralladura de limón
un esencia estúpida y salina 
de mi nariz asoma indiscreta
y busco un pañuelo
o el sufrido puño de mi sudadera
que no conoció a Napoleón.

Soy puro diluvio,
por eso veo la ducha traviesa
como en su delirio se escapa por las cañerías.

El agua de los estanques
a la sorpresa
del impacto de una piedra,
la risa de una mujer
que rompe en llanto
ante las mofas urbanas,
la gota de un colirio
sobre la lentilla,
el rocío sobre la cacerola
que ansía el vapor.

Por eso venero
sin poder llorar.

En invernadero.
Dentro de la botella de agua.
Cantimplora con su última voluntad
y un corazón grande, como el Tajo
que surca una tierra de maceta
en tu balcón.
Atormentada de locura heredada
aguardando la lágrima
de aquella noche oscura del alma, como dijo aquel...

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