TRES AÑOS DE ECONOMÍA SUMERGIDA
Lleva Eva
tres años de relación clandestina.
Con un hombre de maderas claras
y ojos azules.
Tres años y el fuego es como las brechas
de los cuadros de Van Gogh
que prenden linos y costuras.
Él silencioso sube la marea
hasta los pies de Eva,
la cubre y empapa sus tobillos
en una Arquímedes de estaciones.
Tres años amor mío, de vernos a pesar
de que haya nevado en la carretera
que conduce hasta mi cama,
y yo hubiese tenido un tiempo de distanciamiento
que propuse por incapacidad laboral
del querer.
Eres el mejor hombre, piensa Eva,
de tonos almendra
de tierra del río Seco,
y no me importa la edad que nos separa
como las riadas de los cauces.
Y que puede arrastrarme
a la desembocadura de tu experiencia.
Me gusta, apoyarme sobre tu pecho calvario
y orar la penitencia de tu lengua.
Últimamente Eva observa ciertos celos,
de esos que producen las tijeras
y se asemejan a los tapices de renos colgados
en salones de antaño televisivos.
Te perdoné, porque soy Eva
y abrí carne para piedra de tu simiente.
Tres años.
Y esto o sale a la luz o explota.
Pues, todo el mundo mira a la repisa
mientras entras húmedo
por la puerta de emergencias.
Por eso Eva si llega de la mano de su amigo
y ese hombre, de plus de década,
está presente,
ella entre el bullicio
le ruega que no lo cornee
y lo amarra de los brazos y le besa al oído.
Dejemos la trigonometría donde está
mientras ninguno tengamos las cosas claras.
Ven riachuelo
y salpica
ahora que no nos ha visto más que la oscuridad
como entras en mi casa.
Te amo y sé que tú también.
tres años de relación clandestina.
Con un hombre de maderas claras
y ojos azules.
Tres años y el fuego es como las brechas
de los cuadros de Van Gogh
que prenden linos y costuras.
Él silencioso sube la marea
hasta los pies de Eva,
la cubre y empapa sus tobillos
en una Arquímedes de estaciones.
Tres años amor mío, de vernos a pesar
de que haya nevado en la carretera
que conduce hasta mi cama,
y yo hubiese tenido un tiempo de distanciamiento
que propuse por incapacidad laboral
del querer.
Eres el mejor hombre, piensa Eva,
de tonos almendra
de tierra del río Seco,
y no me importa la edad que nos separa
como las riadas de los cauces.
Y que puede arrastrarme
a la desembocadura de tu experiencia.
Me gusta, apoyarme sobre tu pecho calvario
y orar la penitencia de tu lengua.
Últimamente Eva observa ciertos celos,
de esos que producen las tijeras
y se asemejan a los tapices de renos colgados
en salones de antaño televisivos.
Te perdoné, porque soy Eva
y abrí carne para piedra de tu simiente.
Tres años.
Y esto o sale a la luz o explota.
Pues, todo el mundo mira a la repisa
mientras entras húmedo
por la puerta de emergencias.
Por eso Eva si llega de la mano de su amigo
y ese hombre, de plus de década,
está presente,
ella entre el bullicio
le ruega que no lo cornee
y lo amarra de los brazos y le besa al oído.
Dejemos la trigonometría donde está
mientras ninguno tengamos las cosas claras.
Ven riachuelo
y salpica
ahora que no nos ha visto más que la oscuridad
como entras en mi casa.
Te amo y sé que tú también.
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