EL SEÑOR DE LOS OJOS MARRONES


Mis noches son intermitentes
y en ocasiones, me desvelo con facilidad
con sueños abstractos y visitas.

Siempre he creído que a través del fuego
los espíritus pueden viajar.

Una madrugada padecí
una de esas apariciones en vigilia.

No me dejan del todo dulce,
me despierto entre sudores
y con la sensación de llevar la pinza de un alacrán
en el pecho.

Entonces camino a oscuras
y sigo reviviendo lo acontecido
como si hubiese saboreado pimienta
y olido a jazmín toda la estancia.

Una noche vino un hombre,
que yo no conocía,
su piel mostraba señas visibles
de haber sido quemada,
sin pestañas ni ningún amago de cabello.

Iba desnudo, aunque la pureza del sueño
evitaba cualquier error del mismo,
me explicó que las persona que se aman hasta la locura
y no pueden por diversas razones
quedan residuales en una campo invisible
que se resucita con el fuego,
pero no un amor vulgar ni interesado,
tiene que ser uno tan poderoso
que supere la barrera de realidad
de las cosas que pueden ser contadas y abarcadas.

Yo estaba literalmente muerta de miedo.

Este final de marzo volvió a visitarme.

No dije nada a nadie.

Abrí el edredón y le di cobijo,
simplemente apareció en la fase del sueño
más profunda.

No le puedo ayudar.

Pero, me siento como una tonta resignada.
Hay quien tiene plagas de termitas,
otros, humedades en las paredes...

E ilusa tengo que tener un huésped más
en mi olimpo particular.

Y no quiero, vivir en esta alquimia,
porque deseo conciliarme con el mundo
y ser normal, tener un novio reponedor de Alcampo
y cenar tortilla con patatas.

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