El riesgo.


La soltura de cada cepillado 
arrastrando mareada la pelusa 
con el misterio de lo que ha nacido de la piel 
y ahora prófugo alza el vuelo.

Verso la muda, que no logro
articular con las nubes que se reproducen
como amebas de pelo de gato.

De la mañana en que emprendo camino 
y de regreso a la noche contaminada.

Llevo larga la corbata
de la abstinencia, y no me importa publicar en el B.O.E;
que antes me consumía polilla
quemando las brochas.

Aunque la leyenda arrendataria
siempre podrá más que la realidad 
de la invención de las chinches.

Dolió, sé que fue una crisis insoportable,
el trocar toda la madeja de egoísmo púrpura
a la paz interna.

Ahora me falta el amor, sí,
el poder darme a cucharadas,
entregarme por correo postal
y que me lea toda.

Ahora que me quiero
y no me martirizo con el hígado histérico
ni coleccionando amantes
en la cámara frigorífica del carnicero.

Voy a ser el sello que busca tu lengua
pero con la paciencia
de las flores tatuadas.

Poco a poco,
muy lentamente,
como el crecimiento de los niños y de las raíces.

Porque esta vez
será para toda la vida
y no hay trampas
ni delatores que justifiquen
mi decisión.






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