Relato finalista del concuro de Ambito Cultural del Corte Inglés-Mayo 2019
El día comenzó con el trance rutinario de las cafeteras de la felina
espuma en los cazos.
Los coches, de metálicos corazones, saliendo de los aparcamientos, el primer niño solitario en la entrada de los colegios y la gente, con sus rostros de escayola, dibujando pasos por las calles.
Pero, ese día, algo hacía presentir que iba a ser todo distinto. Cuando el sol empezó su curiosa órbita e iluminó la carpa urbana. El cielo, no fue del habitual color azul, era de un verde que causaba asombro y temor.
Después del cambio en el firmamento de tonalidad vinieron las nubes hechas de hilos y la población alertada empezó a reaccionar de diferente modo: Los optimistas pensaban en una estrategia de Google y los pesimistas, en la revelación del fin del mundo.
El terror sobrevino cuando una enorme aguja de coser cayó sobre ellos atravesando el asfalto y comprobaron despavoridos, que su universo era el tapiz de la mujer que bordando contemplaba la imagen de los habitantes de la ciudad sin nombre.
Los realistas incrédulos no mediaron palabra.
Lluïsa Lladó.
Los coches, de metálicos corazones, saliendo de los aparcamientos, el primer niño solitario en la entrada de los colegios y la gente, con sus rostros de escayola, dibujando pasos por las calles.
Pero, ese día, algo hacía presentir que iba a ser todo distinto. Cuando el sol empezó su curiosa órbita e iluminó la carpa urbana. El cielo, no fue del habitual color azul, era de un verde que causaba asombro y temor.
Después del cambio en el firmamento de tonalidad vinieron las nubes hechas de hilos y la población alertada empezó a reaccionar de diferente modo: Los optimistas pensaban en una estrategia de Google y los pesimistas, en la revelación del fin del mundo.
El terror sobrevino cuando una enorme aguja de coser cayó sobre ellos atravesando el asfalto y comprobaron despavoridos, que su universo era el tapiz de la mujer que bordando contemplaba la imagen de los habitantes de la ciudad sin nombre.
Los realistas incrédulos no mediaron palabra.
Lluïsa Lladó.
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