Ráfaga

Sujetas al poema por las extremidades.

Si te quema quizás
hayas logrado la medianía
la intención de hurgar
dentro de algún mutante.
Unas palabras
como el amor más trigo
que colman la ansiedad
de este despertar de bocina.
Con la taquicardia,
en reguero de estrellas
y una cama como una roca
anuncio de la marea.

Yo creo en las personas.
Y en el color verde del campo.
En sabor escama de la sal
y el vuelo de las tortugas.

Creo en el amor de farol
aquel que ilumina la calle de los vinos.
Y no truca el beso
por infamia.
De perros con la cuerdas vocales
seccionadas.
De ropa de ácaros.
De frío en el infierno.
De muchos trenes.
Prefiero el colibrí de la paciencia
con la galleta que se disuelve
mortaja de leche.
La moto que frena justo antes
de atropellar a la palabra.
El desprecio gato
de un pez frente a los asesinos.
Y te pregunto y te vuelves oruga.
Hiena reflejo ante esta tripa de alga.
Y me repito que yo sé perdonar.
Que la luz no ha llegado
y la ceguera cosecha de tus ojos
agria la parte del sofá
más dulce.
Una sólo tiene esta sucesión de poema.
Frente a la balsa que se hunde
en su propia ciénaga.
No poder respirar.
Sin dejar de escribir.
Aquí el viento no visita a la jaula.
Todo es muro de noche.
Y si no he podido salvar ni siquiera
a la semilla del cuco.
Y si no creo lo suficiente.
Cuando abran los patios
y los niños lloren la pérdida.
Tu amor, dónde tose.
De su sífilis más piedra.
Tu amor. Y yo retrato de él.
Como un poema
con las exterioridades sujetas
a un metro y miedo
de la explotación.

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