La maldita costumbre.

I

Los amores se esconden en los portales metálicos
con sombras adolescentes.

II

Cruzo el camino
sabiendo
la trampa de pizarra.

Y por ti estoy en estado de emergencia
de tu hombría, que crece muguet
sobre lechos de carne,
en la astronomía de las manos abiertas
mirando el cielo.

Y en esos azucarados nudos de macho
con abetos y pino en barnices
de tu sexualidad.

Sé entrar en usted.
En parásita necesidad
abolo cada instinto
y por una vez, dejo la resistencia
entre aludes de oleaje,
esta mancha plástica
mecida atroz por tu eolo.

En que cabo se detiene
esta heroína que subyacente
te exprime y te devora.

Si entre dedos mota
termino en su mundo de cometa.

Hacer el amor no es suficiente.
Hacer el amor es poética daga.
Sus fonemas se disparan entre mis pechos
y un suspiro radiactivo
concilia en el foro de su audio.

Por qué no confiesa de una vez
que no puede vivir sin mi halo
igual que yo no puedo respirar
sin su presencia.

Le quiero y usted lo sabe.
En esta maldecida costumbre
de que se desmenucen los libros
dentro de la boca percha.

Consonante
tras consonante.

De rodillas, uno sobre otro en diéresis,
atada erre de carbón y esbozo.

Sin ojos.
Ciega estatua.
Atrapada entre telares azules.
Siempre en arandela.
La unión del punto cardinal:
Amiga, compañera, súbdita y amante.



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