La ecuación de mamá.

Madres gramófonos ahondan en este hueco
y eres la mejor recompensa
porque en esta viga
sé y te aseguro que un día escribiré poesía sajona,
aunque ahora parezca un refrán de culo de libro.

Y sentir que sales disparada
sin poder dar expansión al abrazo,
viendo a una mujer con poncho 
con ganas de tirar de sus dedos
para que nazcas mamá
de entre los árboles molares de la avenida.

¿Hasta cuándo dura esta autopista?

¿Por qué queda lejana la avellana  Atenas?

Hay días que de mis ruinas
hago acuarios de trazos verdes
y busco los jacintos entre los nidos.

Hay noches que azulones se navegan
las preguntas y mueren desvanecidas
en un bol con cereales.

Resiste, dice la cuna de mi nacimiento.

Madre estoy cansada de esta soledad
de discípula de un sacerdotiso.
De verdad cree que llegaré al bosque turquesa;
tal vez en esta guerra de votos cruzados
la tecnología sea un arroz con el volumen de un guisante.


Tu voz me da esta fuerza heredada a través de la henna.
Tu corazón late en mí,
y las raíces postulan anatómicas.

Y tú, con tu bola de metacrilato
que profetizaste el exilio,
me cuidaste entre ramas para, para, para, no puedo más,
seguir cantando bajo la luz 
de los cuervos.




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