Vez y trueca.

Odio al castor con mangas
y forro de mercromina,
que los animales sean abandonados
en forma de chicle pirueta,
que en los hospitales
módem de enfermedad anal lógica
los descuartice el cáncer.

No quiero bragas de antifaz
ni vómitos de borracho en mi alcoba,
en qué momento la piel se desprendió en caspa
y nació de la serpiente un dragón chino
tatuado en mi espalda, tabla de planchar
a tanto renacuajo.

No quiero que la carne venga a este tercer piso
por mucha hambre calígrafo,
prefiero una gota de moho
que follar sin alma.

Mis alas se quedaron dentro de los analgésicos
ando más que ejerzo en postura de diente
al silencio más silencioso de todos,
pintar con la lengua
y dejar la baba como un caracol disecado.

No, odio el racismo.
No a más palizas a cuerpos de mujer castrada.
Sí refugio de guerra.
Sí a la mancha de hollín
de la lágrima por esperanza.

Soy ejército.
Hospicio de recuerdos
que pirómanos queman
el mal. Por eso él me persigue.

Con su sexo igual que una antorcha
y mis ojos de casi miope
no pueden abrir boca a otra llama.

Y muero lenta, pero, peligrosa.





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