Training camaleón.

Los vicios y pecados son herencia de los padres malos.
La bondad y la prestancia de los padres buenos.


Y qué hago...
Aquí, en este taburete escuchando la oda del desagüe.
¿Qué hago?

Más concretamente...Qué haría,
y no puedo.

Al tener un corrector de ojeras
distorsionando el monitor.

Apoyada sobre la mesa de mármol
con periquitos enjaulados
en sus branquias.

Asida a este brazo olivo,
memorizando estertores sin invento de música.

Los cien monos-paraguas colgados de sus colas
y un tucán en barbilla.

Con el pavoneo de regalar plumas y sentirte mío,
aunque brames al son de  una espantada de flamencos,
cebras halógenas y tu corazón palpito 
desfrutando la selva
con cada bocanada de rinoceronte.

De aire.

Que ignora.
Que hace santa.
Que es imprescindible
ánfora veladora de sal,
esa sal,
que tanto de gusta.

Hipertensión.

Y exclamo: ¡Eres bello!

Porque estoy segura de las cosas,
de las neveras colocadas en vertical
que ansiosas fueron horizontales
y cambiaron el sexo a congeladores.

Qué quieres, de mí...
Comprobar la devoción, o acaso la autoestima,
del que toma un vaso por mar.

La verdad torturadora
calzada con pies díscolos
que acuden acólitos
a la vena de la raíz cuadrada.

Y coaching te colmaré de mimos mieles
como a un enfermo infantil en la sala de espera, y sin pudor,
exclamo.

¡Eres bello!

Te digo que eres bello,
como todas las formas
de muerte.













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