La rueda de la fortuna.

Acaso  sabe el salmón
sobre la plancha de metal
cómo iba a acabar su tregua,
sobre hierro caliente
en estómago de humano.

Él soñaba morir
izando la vela de su tallo
hacia el río.

Acaso, él, lo sabía...

Y este asfalto
que se abre
a la gula del frío,
hecho con manos de hombre
en un agosto de sol de avaricia,
acaso este cemento,
gris tierra, camino de coches sin volante.

Sabía que abriría su branquia
al tropiezo con embudos de agua.

Acaso, él, lo sabía.

Charco, estanque, fosa acuática, tú.

Acaso, sabía mi corazón
acabar en un gancho
la tentación expuesta a luz de un foco,
acaso mi boca supo que al besar su boca,
charco, estanque, fosa común, tú.

Acabaría siendo el cebo
para complacer, y no pedir nada a cambio.

Acaso, él, lo sabía...

¿Lo sabías tú?

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