El príncipe de chocolate.

Me quedo con las ganas
del sabor de la confitura en el filo de lengua
con las ganas de que tu boca-bahía
al amparo de la barcaza,
sea pedazo descorche de rompeolas
que siente la mar anegar por todas partes;
sé que nuestro encuentro,
hubiese sido, temerosa conquista de ciudad,
y sorber tu solo, y adorar la quimera,  el esdrujular de tu fortaleza.

Al Malaqi, dijo, que en almena dactilar mi corazón quedó prensado.

Las espirales de fuego rompiendo la olla
y en la hoguera de tú, tú, tú, de tú,
de todas la verjas que abren tu piel,
poro a poro que he lamido, que he sentido
y con las manos quemadas escribo este poema,
la renuncia de mi amor, por ti,
porque eres esa luz que se enciende en todas las casas
a la hora del silencio.
Hubiese sido tu amante, al abrigo de tus libros colocados como alfombras,
voladoras manzanas de tu huerto escarchado
pero ,me quedo con las ganas,
de la miel pegada a los dedos, las ganas,
de ser poema bajo lumbre en sábanas mirando al estrecho,
con las ganas de haber perdido nuestra oportunidad.

Me costó, crea,
toda mi fragata hecha trozos
en su ducha
con el mismo jabón que lava su cuerpo todos los días del año.




























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