DE REGALO UN LIBRO.

Cuando los rostros iluminados
observan los rótulos
mientras hambrientos laten los corazones.

Y miramos las hamburguesas
con plásticos que saben a patata,
como el que mira hacia la tierra prometida,

del material reciclado
con forma de medalla carnívora.

Sueñas con campos de espinacas
y la disminución del índice del cáncer 
por renta cápita.

Hay tantas formas gastronómicas
de erradicar al pueblo:

Vox populi de lechuga, tomate y pepinillo a rodajas.

Si existiera la reencarnación 
no me agradaría ser el pellejo de una vaca
en las vísceras de un humano
con aditivos que hacen ver rosas 
donde sólo existen boñigas.

Y luego el regalo King
que por una vez nos sale republicano.

Un niño 
con burbujas en la tripa
que elige el menú con obsequio: un libro.

Estupefacto
semejante a la carne congelada.

De la mano de su madre
mira con desprecio
esas hojas con letras
y tapa de tipo de topo de tapera,

rechaza el cuento.


Esa noche triste caperucita fue devorada por el lobo.

Tom Sawyer nunca tuvo un amigo.

Y los tres cerditos son engullidos
con képchut y mostaza.

Conservantes que anulan
el alma,
el alimento 
de la sabiduría.

Los libros a la hoguera
que cocinan fast-food.

                                                    Lluïsa LLadó.






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