ANTES DEL VIAJE.
I
Amigo te disfrazas de profesor bondad,
emanas fragancia de fresas
y lánguida coloco mi nuca
sobre tu torso.
Entonces,
los violines se quedan sin cuerdas,
las flores son inodoras
y eructas un graznido insostenible:
-Luisa, demasiada poesía,
estás obsesionada.
Y tiene razón
estoy atrapada al poema.
Y le replico con un timbre
parecido a los vientos
que hinchan las prendas
tendidas en los áticos.
-Sin poesía,
me pones una bolsa de plástico
en la cabeza,
la precintas
y me lanzas a los contenedores.
II
A veces eres jardín, me guías en mi locura frenética
a escalar recitales, tras porte de mi vicio,
pero hoy te he dicho que marcho de nuevo,
un viaje a las alturas
al vértigo de cada rima.
Y te vuelves tundra,
zaino,
y eres arisco conmigo, más estiércol que grulla,
empiezan tus desvaríos
de que me veré con hombres y yaceré con ellos.
Y te estrellas,
y verde-azul como las moquetas del Alvia,
te transformas salamandra venenosa,
entre tus dedos cartílagos
que te empujan a subir a las paredes.
Me vas perdiendo,
poco
a
poco,
como muda de piel reptil,
ahondada en el son neto
de mundos de cuatro habitaciones.
Estaré sola sinalefa a costado
como los aseos sin ducha,
seguir el ritmo
a cualquier provinciano cansa.
Nunca tanta poesía
fue suficiente.
Amigo te disfrazas de profesor bondad,
emanas fragancia de fresas
y lánguida coloco mi nuca
sobre tu torso.
Entonces,
los violines se quedan sin cuerdas,
las flores son inodoras
y eructas un graznido insostenible:
-Luisa, demasiada poesía,
estás obsesionada.
Y tiene razón
estoy atrapada al poema.
Y le replico con un timbre
parecido a los vientos
que hinchan las prendas
tendidas en los áticos.
-Sin poesía,
me pones una bolsa de plástico
en la cabeza,
la precintas
y me lanzas a los contenedores.
II
A veces eres jardín, me guías en mi locura frenética
a escalar recitales, tras porte de mi vicio,
pero hoy te he dicho que marcho de nuevo,
un viaje a las alturas
al vértigo de cada rima.
Y te vuelves tundra,
zaino,
y eres arisco conmigo, más estiércol que grulla,
empiezan tus desvaríos
de que me veré con hombres y yaceré con ellos.
Y te estrellas,
y verde-azul como las moquetas del Alvia,
te transformas salamandra venenosa,
entre tus dedos cartílagos
que te empujan a subir a las paredes.
Me vas perdiendo,
poco
a
poco,
como muda de piel reptil,
ahondada en el son neto
de mundos de cuatro habitaciones.
Estaré sola sinalefa a costado
como los aseos sin ducha,
seguir el ritmo
a cualquier provinciano cansa.
Nunca tanta poesía
fue suficiente.
Luisa, demasiada poesía. Te espero en el contenedor.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Con tenedor o cuchara. Devoremos la poesía. Un abrazo y gracias Amando.
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