Por ilusa de tréboles.

Ayer corrí por la avenida.

Yo sé que ya no puedo permitirme ciertas licencias.

En un gesto de la vida 

a poner (o a imponer) límites.

Te vi de lejos.

Parecías una palmera

en medio de la bahía.

Con tu mohín y el silencio visual

de una figura

que camina 

por el centro de la ciudad.

Aceleré el paso. La congregación de una renuncia.

Un renuncio.

Y exclamé tu nombre

como un gorrión

entre los semáforos.

No sirvió de mucho. El ruido 

se comía la palabra.

Y empecé a mover las piernas 

rompiendo el corsé de esta cola de sirena.

Sabía que estaba actuando

en contra de la radiología.

Qué el gorrión ya había buscado su nido en otra parte.

Y la rótula movida por la endorfina del encuentro.

Obvió la sensatez.

Ahora. Me duele.

Como otras tantas cosas.

Tengo la pierna en alto.

Mi rodilla es la de un pájaro herido.

Una bola de nieve.

Y tampoco tal búsqueda

supuso tanta satisfacción. O sí...

Me fui disimulando la cojera.



Comentarios

  1. A día de hoy, ni a las más excelsas poetas les está permitido llevarle la contraria a la radiología. Cuídate.

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    1. Muchísimas gracias, querido Julio. Una divagación circense sin mayor consecuencia.

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