Apátridas de la tarde
Naciste paradoja
porque extranjero se siente tu cuerpo.
Ya no tienes enagua
y la hacienda se ha envuelto en una hoja de periódico.
Dentro, el pan con la vianda
para reforzar un corazón famélico.
Qué fortuna
el vivir sin el acatamiento de viajar a otro continente.
Allí eres, el forastero, con tu panamá
y una pipa de ébano.
Luego regresas a casa. Al precipicio
que te dio el impulso
para volar con los alcatraces.
Pero...ya no eres de aquí.
Tu piel es roncha. Tu voz, un canelón agrietado.
Eres el extraño. El que va de un lado a otro.
Y tienes voraz hambruna.
Y empiezas a añorar un lugar.
Qué no sea de los anónimos
ni de los perros sin dueño.
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