Windows de yebos para el xilema o las botellas cerradas en la alacena.

I

En determinadas normas abrevio la faz 
para que no se vean mis manos gastadas de la lejía.

E intenta disimular la piel
la carga de los años
que en la recámara dispara a voleo
y siempre mata,
mata de.

Zarrapastrosas espinas entre los cardos
que cómodos se asientan en los pasillos
de las metrópolis de nuestras zancadas.

Tan valedor el ser, letra de pocas palabras
como la equis, la zeta, la uve doble
que por no poseer ni apellido ostenta.

II

Tengo las manos sumergidas en desinfectante
para escribir la pureza, pero siempre la costra
coagula la sangre, en seca verdad.

Y aunque en los últimos mi alter ego, salvaje con la díscola anarquía del corazón
no araña paredes, ni se encarama a árboles
muertos de sed en las avenidas a menos,

cerrando la botella del agua sin el abandono
afilador de la guadaña con el algodón plástico de Druni.

En mis ojos 
los cirros verdes (la nube esmeralda)
jamás dejarán de ver la huida hepática,
el sufrimiento, el agujero 
como otra forma de vida para vivir sin aire.

Las botellas cerradas en la alacena.

Paul Delaroche: Ejecución de Lady Jane Grey.

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