El imperio del solubre descafeinado.
I
Las bicicletas forman bellos dibujos en la nieve
mientras la fábrica bombea el aire
para los soldados del plástico, ocultos tras las mascarillas en Pekín.
Y un beso.
Un beso agudo de.
Beso espora.
Besocializadormitorio.
Beso cuajado.
Prisionero de guerra
entre el ahogo y el aliento, mitad frío.
Copo a copo, copa a poco, capa a capa.
De nieve.
II
Los hijos del petróleo no hablan,
se quedan de trapo con los bostezos, las comisuras rebeldes
de la ortografía humana.
La atmósfera irrespirable.
El azufre que se encarama como un koala
por el cabello, y los niños
que cierran los ojos escotillas
a vidrieras que llevan ilustraciones de cipreses.
Podría declarar el abandono
y sobre tu pecho, pienso en esas personas
que tosen y escupen plomo;
que cargan sus bicis con el óxido de sus huesos,
y malean los útiles que ingenuos usamos en nuestra rutina:
el peine, el cuchillo, el calzado, el espejo...
Sobre tu pecho, hombre hierático,
he hallado que las bicicletas vuelven a sus hogares
para construir los sueños de los puentes
y observar como las ruedas dibujan flores en la nevada,
a pesar de la asfixia, de la cuerda vuelta al cuello, y los labios ocultos por las gasas rojas.
Porque nadie dijo que la felicidad no matara
en su polución artícife.
Las bicicletas forman bellos dibujos en la nieve
mientras la fábrica bombea el aire
para los soldados del plástico, ocultos tras las mascarillas en Pekín.
Y un beso.
Un beso agudo de.
Beso espora.
Besocializadormitorio.
Beso cuajado.
Prisionero de guerra
entre el ahogo y el aliento, mitad frío.
Copo a copo, copa a poco, capa a capa.
De nieve.
II
Los hijos del petróleo no hablan,
se quedan de trapo con los bostezos, las comisuras rebeldes
de la ortografía humana.
La atmósfera irrespirable.
El azufre que se encarama como un koala
por el cabello, y los niños
que cierran los ojos escotillas
a vidrieras que llevan ilustraciones de cipreses.
Podría declarar el abandono
y sobre tu pecho, pienso en esas personas
que tosen y escupen plomo;
que cargan sus bicis con el óxido de sus huesos,
y malean los útiles que ingenuos usamos en nuestra rutina:
el peine, el cuchillo, el calzado, el espejo...
Sobre tu pecho, hombre hierático,
he hallado que las bicicletas vuelven a sus hogares
para construir los sueños de los puentes
y observar como las ruedas dibujan flores en la nevada,
a pesar de la asfixia, de la cuerda vuelta al cuello, y los labios ocultos por las gasas rojas.
Porque nadie dijo que la felicidad no matara
en su polución artícife.
Así que los dibujos sobre la nieve eran flores bellas. Interesante.
ResponderEliminarPuede que el destino de algunos sea describirlas (a las flores). Tener tan solo ese objetivo, palabras acerca de una nada efímera de incierta existencia.
Flores marchitas, prensadas. lo efímero. Gracias Julio, por tus sabias apreciaciones.
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