Sin título.
En vereda
y en lo alto de un monte
observación
del mundo
y pinar zombie
por el pasillo grande
cosmopolita
que tu misión no cuadra
con las cuentas del estado
acuático
de pipas de calabaza
en la boca
en compañía de niños
que abrazan y besan
a esta herida
compartiendo los remedios farmacéuticos
de un padre que me ve como
a su enfermera y amiga
se oyen las tracas
y la pólvora difumina
la grandiosidad digital
con los pequeños
encendiendo petardos
en una plaza.
Antes colgaba un cinturón
de la lámpara, que seducía
con su lengua
el finiquitar esta pena de apéndice.
Ahora la suicida
ni corta sus muñecas
ni ingiere sedantes
para siliconar los párpados
a una vida de mierda.
Admito mi derrota
como el don de una supervivencia
en una cabina
de barrio y un cartucho
apuntando a un número
que me tiene por muerta.
Sufro. Sufro y Asufro.
y en lo alto de un monte
observación
del mundo
y pinar zombie
por el pasillo grande
cosmopolita
que tu misión no cuadra
con las cuentas del estado
acuático
de pipas de calabaza
en la boca
en compañía de niños
que abrazan y besan
a esta herida
compartiendo los remedios farmacéuticos
de un padre que me ve como
a su enfermera y amiga
se oyen las tracas
y la pólvora difumina
la grandiosidad digital
con los pequeños
encendiendo petardos
en una plaza.
Antes colgaba un cinturón
de la lámpara, que seducía
con su lengua
el finiquitar esta pena de apéndice.
Ahora la suicida
ni corta sus muñecas
ni ingiere sedantes
para siliconar los párpados
a una vida de mierda.
Admito mi derrota
como el don de una supervivencia
en una cabina
de barrio y un cartucho
apuntando a un número
que me tiene por muerta.
Sufro. Sufro y Asufro.
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