Sin título.
A quién deseas engañar
si eres una poeta mestiza,
hija de demonio y ángel.
Sí, a quién,
no sabes escribir poemas de amor,
son trozos de carne cruda
y apestan, no hay en ellos
ni una palabra cátedra.
No se asientan
más que en mi inestabilidad indigesta,
mejor, despojarse de la caricia
metiendo el rostro
en agua helada con sal gorda.
Patetismo ilustrado
verso a verso,
una pródiga
no elabora poesía de correspondencia,
con la agonía que podrá vestirse
de amarillo, como un trigo
apoyado en una oreja.
Prefiero
este vacío de bañera,
de habitaciones medio desnudas
y no esta pedantería
de enaltecer cuando los niños
mueren de hambre.
Las mujeres son vejadas
como banderas de otras tierras
envueltas en los cadáveres.
Ese es mi estigma. No puedo, ni debo
hacer collares con garbanzos
ni macarrones, ni pasear del brazo
del intrusismo.
Las poetas como yo.
No se enamoran nunca.
Sólo deben morir con la azada
no dicha.
Para el universo.
La cobardía de saber
que en ejercicio beber ya no bebo.
si eres una poeta mestiza,
hija de demonio y ángel.
Sí, a quién,
no sabes escribir poemas de amor,
son trozos de carne cruda
y apestan, no hay en ellos
ni una palabra cátedra.
No se asientan
más que en mi inestabilidad indigesta,
mejor, despojarse de la caricia
metiendo el rostro
en agua helada con sal gorda.
Patetismo ilustrado
verso a verso,
una pródiga
no elabora poesía de correspondencia,
con la agonía que podrá vestirse
de amarillo, como un trigo
apoyado en una oreja.
Prefiero
este vacío de bañera,
de habitaciones medio desnudas
y no esta pedantería
de enaltecer cuando los niños
mueren de hambre.
Las mujeres son vejadas
como banderas de otras tierras
envueltas en los cadáveres.
Ese es mi estigma. No puedo, ni debo
hacer collares con garbanzos
ni macarrones, ni pasear del brazo
del intrusismo.
Las poetas como yo.
No se enamoran nunca.
Sólo deben morir con la azada
no dicha.
Para el universo.
La cobardía de saber
que en ejercicio beber ya no bebo.
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