Oda a Elise Cowen
En esta oportunidad de tarde
mientras oteo otro libro de poesía.
Me quedo anhelada de sueños,
pues aquí ni siquiera se atreven a morar las cucarachas.
Bueno, confieso que alguna que otra polilla
vuela con el destiempo
del cambio de armario, pero poca cosa más.
Tengo un par de nubes en el congelador
aguardando algún jueves de lluvia;
el brick de avena, emulsión de café,
en un olvido de la retaguardia
fuera del frigorífico...
Si al menos vinieran los insectos
con su legión poética
a recordar que la nieve existe
y que no es el todo, un conglomerado
de chistes y epístolas
para timbrar a cualquier barrio
con el título de una novela famosa.
Poema a caldo, bebería a sorbos
de su brebaje, los líquenes de este alma
que lee más que nada
en acequias y gotas de rocío.
Sí, ni los bichos tocan el portero automático.
¿Soy una hormiga en una colmena?
¿Puede volar una mariposa en manos de un taxidermista?
Sopa de sobre y una página más leída
esperando el saludo innato
de un pececillo de plata.
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