Bitácora Madrid Wislawa
Madrid era un hervidero de avispas
con la luz mostaza de un cielo que transitaba
al azul lentejuela
y en su delirio urbano escuché de la boca de la sabiduría
diferentes enfoques sobre uno de los países
que más me atraen: Polonia.
Reconocí esa ansia de la defensa de una identidad
en un territorio que fue anexionado
con fronteras formadas por un delineador negro
con un parpadeo etílico.
Todo los demás, trajes de fiesta
con zapatos a juego con el bolso.
Cuando con mi nao vikinga
atracamos en el puerto
del universo Wislawa Szymborska
fue muy triste y penoso,
el descubrir lo poco que la estimaban
y que, incluso, se reían de ella.
El carecer o renegar de un discurso épico,
la ironía omnipresente, rasgo humorístico
que resultaba burdo e incomprensible
en un legado que buscaba seriedad
conservadora.
El no convivir con su pareja,
su condición de divorciada,
independiente laboralmente
y que además, no hubiera procreado
una prole de adictos a la causa.
Junto a su afición al collage
con ciertas licencias no siempre moralistas:
la convirtieron en el espejo representativo
de lo que a una mujer no se le concede.
Esas circunstancias que crearon un malestar
generalizado en una sociedad más actual
hubieran sido permisivas y hasta totalmente
normales en un
país probablemente Mediterráneo.
Si eres una amapola y naces en un campo de
narcisos, vas a destacar y los bulbos no van apreciar su belleza.
Muchísimas gracias Amelia Serraller por tu
enfoque y tus nuevas aportaciones.
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