Embriaguez
Te he perdonado en varias ocasiones,
supongo que es el sentido común
de los que calibramos la vida por un eje
que recuerda el instante y la fugacidad.
La flor fotografiada multitud de veces
y que representa el nacimiento del sol
y una ajada melancolía.
Cuando me dejaste tirada en las festividades pedigüeñas,
sí, esas de alto consumo y depravado voltaje
yo sentí morir igual que un "puto" lirio
sumergido en lejía.
Vomité la última palabra de belleza
e incluso estuve ingresada
a merced de un goteo que me llenaba aún más
de tristeza.
No entiendo los acentos que van y vienen.
La carnívora esencia
de una humanidad carente de pétalos.
Fue lo más horrible que me ocurrió
y encima, con mi herencia de dogma
lo asumí como un castigo del karma.
Cuántas veces te fui infiel
presa de la vorágine, de esta maldita
sed que me empuja a beber de cada encuentro obsceno.
Tú, en ocasiones, reconoces que no fuistes ( ni eres) benevolente con mi persona.
Una afirmación de que tú, tampoco, usaste la lealtad del abrigo.
Jardineras de palos.
Raíces sin cuerpos.
Anarquía de la falsedad más absoluta.
Decidí perdonar tu fechoría, análisis
cada una de las pulgas
que rondan por mi cuero cabelludo,
pero tú has degenerado en una plaga
y yo tengo un corazón demasiado bombardeado.
Aquí, en el corazón de esta arcilla
sumergida en la penumbra
de una flor que nació dentro de la caverna.
Estoy cansada. Muy cansada.
Desde este noveno piso.
¿Quién diría que yo tuve miedo a las alturas?
Las flores del mal.
No entiendo que pinta Baudelaire en este tremebundo ajuste de cuentas. Aunque seguro que sus flores no están ahí por casualidad. Un abrazo, Lluïsa.
ResponderEliminarHago solamente referencia al título del libro. Un abrazo, Julio.
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