Amanecesidad

Esta mañana no había estrés.

Con la decisión de preparar un café tradicional

y dejar en un ángulo las cápsulas.

Aunque el fogón sea de inducción

y la cafetera italiana

no es la original de un fuego latente,

me ha servido para creer 

que no existía la tecnología.

En el brick de leche, apenas medio vaso restaba y fue un desayuno amoratado.

Agrio y benefactor

como los golpes de luz.

Esta mañana no había estrés.

Y lo he agradecido.

Porque una no para de ser un caballito de feria.

Con el asma a flor de piel.

Y la poesía en cada achaque de tos 

infectando mi burbuja.

No había estrés.

Café extrafuerte.


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