Te he enviado un correo
El eco, de remolque.
No dispongo el margen suficiente
para disponer del tronco a su hoja.
No me nacen ramas.
O quizá sí, un amago de letra
capaz de dejar la secuela de un elefante.
Farfullan de la grandiosidad,
de la mañana con su ocre
y de las alfombras cojas al paso negligente
de la lectura cabizbaja.
Supongo que el amor es interminable
de noticias. Cuando los ídolos
abandonan a sus parejas en fotomatón.
Y una piensa que la eternidad
sólo existe, en el paso de una hormiga.
Nos cansamos de las guerras.
De los virus.
Nos cansamos de todo, somos la plática
de un redil de peluches
que buscan el corazón en un contrabajo.
Soplar fuerte el instrumento de viento.
Y que su música sea el desatino de las fuentes.
Libros, libros, libros.
Dadme libros que son mis besos.
En un corredor donde la aguja
perfora la rótula. Y gacha y hacienda
extraño a mis niños de porcelana
y un hombro que me diga, yo no tengo
nada más que la verdad.
Y ser millonaria de macarrones.
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