Decadencia de la vida
Madrugada rota con el camión cisterna regando la calle.
-Lamido de agua, insomnio de los unicornios-
Mis ojos de faroles nocturnos
observan la desnudez del asfalto.
La despedida de un poeta
y la clausura de una fábrica,
adolecen con la penumbra de esta luz flúor.
Si sólo con la humedad del vehículo y el aroma de la ciudad,
-que rompen la monotonía del tiempo-
pudiera hacer que la palabra fuese latido.
Que la maquinaria encendiera su broche
para alimentar la casa que ha quedado viuda.
Cuando todo se detiene,
y subyace el silencio.
No ese que procede del viento cuando calla,
sino del que dispone una muerte,
la de los seres vivos.
La muerte empresarial
que costilla a páncreas
acaba devorada por el sistema.
Porque en ellas habitan arterias.
Y el cierre, tanto sea del verso del infatigable Albert
como del anónimo trabajador,
resultan erizos aterrorizados
en la carretera.
Aunque asean las aceras.
Y la cordura represente el caos más absoluto.
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