Ciao

La muerte es el único trabajo

que te cuesta la vida.

Moradora de un chasis 

y a la vez arlequín converso

de los que la esperan con su chaqué

y unos zapatos de charol vainilla.

Existen tantos tipos de venenos 

como de mortajas.

La espera del que se queda impávido

y nunca observa el anochecer 

de los que golpean a sus puertas.

Los muertos absurdos,

vestidos de mujeres que dicen que curan la mente

y viven en una mentira,

ocultando a su familia de los ojos 

para proteger de la niebla.

Pero, en mi más oscura sinceridad,

cavilo que lo que se ama con las vísceras 

nunca se tapa con las manos.

Se luce: sol, se muestra: día.

Una se cansa de tanta muerte.

De los que fingen estar vivos.

De los cornudos.

De las parálisis faciales que impiden 

mandar a la morgue, todo aquello que nos perjudica.

Del que aspira a algo más

y es incapaz de cruzar un paso de cebra.

La muerte de los seres queridos.

Vivos o muertos.

De sus abandonos en carnes.

Y del regalo que supuso el poema 

para los que creemos en los milagros.

Comentarios

  1. El que esté libre de muertes que lance el primer miedo.
    Me parece buen poema, aunque muy lamentoso.

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  2. Muchísimas gracias, querido Julio. Un abrazo fuerte 😘

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