Te echo muchísimo de menos
Si me preguntas por la veracidad
de la justicia en esta vida.
Te diré, que no existe.
Cuando me desplomo contra el sofá
igual que una paloma de calle
y me encierro entre colchas y almohadas
en ese lugar
donde concedo al descanso de los huesos.
Una tregua simpática
de cerrar los párpados
y creer en mentiras.
Qué mañana el despertador no tendrá agujas.
Qué amanecerá la vitalidad de las coníferas.
Qué tú aún me amas y tu boca
tendrá una sonrisa.
Pero, cuesta tanto,
ceder este conjuro a la falsedad de un sueño.
Me duermo. Y nacen ortigas.
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