Diada

El sol alumbra mi ventana 

como un muérdago

para besar al libro.

Y ahora qué?

Qué ocurre con el cabello

que se precipita contra el terrazo.

La ingravidez de la caspa.

La tos gallinácea.

Todo se equipara a un duende 

de grapas y tinta.

En alma traducida a una torre 

de inmensas ménsulas, brazos de gente,

en un acto de plegaria.

Se desvanece el río ante este emergente.

Sabe mi corazón

qué cuánto más me alejo

más me acerco a la versión

de uno mismo.

Los libros que respiran mudos en sus estantes.

Mi amor que se acerca al final de la página.

Los sauces.

Las alondras.

El mero. La mesa y el cuchillo.

Yo nací poeta de una placenta de plástico.

Lo llevo en cada tramo de Palma.

El amor desagüe de acacias

que pululan entre la periferia de los suburbios.

Cada día se entorna.










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