Dóberman

Este dóberman que custodia mi pecho.

Que con su mandíbula

cierra el hálito de la esperanza.

Esta desazón de armadillo.

De cardo con púas invertidas.

En esta soledad mácula

de vísceras.

El amor, dónde morará en este trozo de noche.

En qué habitación

hará turbar las cortinas.

Pero, hay quien se regocija en su rencor

y atraviesa el tiempo

con un maldito enjambre de silencio.

Aquí, en esta jaula de hilos.

En esta selva de caja.

Sí, te recuerdo.

Y huyo veloz por los pasillos del resplandor,

(demasiada mugre nos condiciona).

A los mercenarios

que esperan los contenedores de basura.

Para reciclar su dolor y su bilis 

en argumentos, poemas,

discos y pastillas.

Yo no sé cuánto tiempo podré soportar

está piraña que me devora.

No lo sé.

Se hace insoportable.

Notar como bocado a bocado 

agoniza de pena.

Con un dóberman rascando

tu tórax en busca del hueso de mi corazón.



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