Poetas en Mayo - Poetak Maiatzean

Vitoria engalanada de poemas y de personas nos recibió con unas anfitrionas excepcionales: Arantza Guinea y Elisa Rueda, rebosantes de entusiasmo y de profesionalidad.





Una de las más populares tradiciones de este festival, es adornar las lunas de los establecimientos de la ciudad. Mi escaparate para escribir un poema fue la cafetería "Repostería Creativa CARESSA" regentada por Carmen, una mujer atenta y emprendedora, su especialidad los batidos y las infusiones naturales. He escrito unos versos de "La complejidad de Electra" de Torremozas porque deseo que su matriz social sea compartida. 



 

Así empecé mi recorrido en el Festival de Poetas en Mayo, que no sólo significó un intercambio de amistad, también brindó la posibilidad de un turismo intelectual que descubrió una urbe con una arquitectura y un poso histórico tremendo, lleno de arte y de librerías. El Festival que ya tiene en su haber una década fue un éxito de organización y de participación, pues, acudieron personas de todas partes del país (e incluso Francia), a pesar de la pandemia que hemos padecido. 

Siempre se gestionó el tiempo de un modo ejemplar e igualitario para todos los poetas y la higiene estuvo presente junto a la disposición de los eventos que se realizaron en espacios abiertos y con la distancia pertinente.

En los Caños, patios interiores de origen medieval se sucedieron los primeros recitales en un ambiente distendido, rodeados de plantas y de paredes rebosantes de estética tradicional. 



Los temas y estilos poéticos fueron diversos. Y grabé en la mente el comentario de Marcelo Saffores, poeta y editor argentino, que afirmó, durante la culminación del festival en el Palacio de Congresos "Europa Jauregia", que nadie puede juzgar el sentido poético de un ser humano en su actividad porque para él es su verdad. Marcelo gestó la edición de la Antología poética del encuentro.



Conocí a nuevos creadores y reencontré ya a viejas amistades del gremio. Y todo fluyó de un modo ameno y rápido.






 

La verdad que fue un encuentro necesario para romper las cadenas de los miedos y descubrir que haciendo piña y desnudando nuestras cunas formamos parte de lo que se denomina planeta Tierra y que la poesía sabe coser las distancias para superar cualquier trance. La poesía que canta para espantar el miedo.







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