Disconformidad y pesadumbre

De todo este paréntesis, sin duda,
lo que menos me agrada es la crispación.
La mueca de los monos de yeso.
La ampolla del pie.
La suciedad que ostenta el blancor más impoluto.
Sí, de este vacío de concha,
el sentimiento que más duele 
como la mordedura de un gusano en el fruto.
El olor a perfume de "duty free"
cuando se desea derribar al enfermo,
la amistad callada,
el barco traficante a la deriva.
La rabia en pasamontañas.
Los monos de yeso.
Porque una gota de agua sobre el aceite fogoso
salpica como una palabra
sin rima.
Dónde están las caricias en esta sobrealimentación de sucesos,
de tijeras rondando la lengua de las víctimas.
El óxido de la memoria
cuando la algarabía pintaba instantáneas
en móviles de carcasas.
La gente, de bien, llenará de nubes, el cielo de sus cocinas,
mientras un científico está experimentando con probetas
la salvación de los niños del mañana.
Pero, y la maldad, el rencor, la vileza disfrazada de buzo.
Dime quién, sino la erradicamos en nosotros mismos.
Quién nos curará
de su veneno.
Si en la extremidad nace la verdadera natura del ser.
Dime quién.
De su acrobático cuchillo.

"Hombre a la mesa con gato" Marc Chagall (1911)




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